Love prostitute♥

Mollie no es quien dice ser cada vez que deja su apartamento para sumergirse en una misión secreta y altamente peligroso. Tampoco es quien era cuando vuelve de nuevo. No va a fiestas, apenas se relaciona con alguien y la única familia que sigue viva apenas le habla sin introducir cállate zorra.

Caden no es exactamente un adicto al sexo, sólo se gana la vida utilizándolo de herramienta. Va a fiestas con su mejor amigo, Troy, en las que se embarrocha con el fin de aplicar sus demonios personales hasta que una simple noche todo entre ellos ocurre y nada entre ellos también.

¿Creerías en el amor a primera copa?¿Qué harías si la única persona que logró devolverte la luz está en peligro?¿Sería el amor tan fuerte como para sacrificarte?

Prólogo.

Nunca tomes decisiones en momentos de odio y dolor, pues puedes arrepentirte demasiado tarde.

Mirones. Los hay en todos lados y a cualquier hora del día. No importa qué ocurre, siempre están ahí. Pueden ayudarnos en nuestro trabajo, pero también pueden hacerlo más difícil pues sirven de escape para los delincuentes cuando se crean grandes masas de gente.

Normalmente no me quedo con el rostro de los que permanecen alejados, observando apartados lo que ocurre, pero él es una excepción. Es guapo, pero odio la forma en que me mira. Los que me comen con la mirada me dan asco, no soy un simple trozo de carne. Llevo un arma que sumado al hecho de que se disparar mejor que muchos hombres es una gran amenaza para los idiotas. Aunque es obvio. Llevo mi uniforme que es como una defensa para los hombres que tienen problemas con la justicia o les impone que una mujer sea más valiente que ellos.

De todas formas, no sé por qué me sorprendo. Los hombres no aman a nadie. En realidad, nadie ama a nadie. Sólo actuamos como personas cuando queremos algo, el resto del tiempo somos unos completos animales. Así es mi padre biológico, su hermana y su cuñada. Sólo interesados en sí mismos y sus mierdas, sin preocuparse en las vidas que tocan con sus uñas y destruyen.

Apenas los recuerdo. A mis padres biológicos. Según mi madre, Lola, es mejor que los recuerdos que tengo de ellos no salgan a la luz. La historia de mi adopción es demasiado espeluznante pero lo que ella no sabe es que recuerdo el día en que esa familia se rompió. Mi madre murió ante mis ojos y aunque durante años no lo había recordado, una noche simplemente salieron a flote mientras dormía. Es algo que no quiero que sepa, es lo único que ha sido mío desde el primer momento en que la vi, porque desde que ella y Fernando, mi padre, me sacaron de la casa de mi supuesto tío paterno supe que ellos iban a cuidarme como si su sangre circulara por mi cuerpo. Y así ha sido todo este tiempo, estos dieciséis años han hecho la diferencia, me han hecho diferente.

Suspiro mientras me golpeo mentalmente. ¿De verdad estás pensando en esto mientras trabajas? ¿Después de detener a un borracho que iba a pegar a su pareja? Definitivamente eres idiota. Sacudo la cabeza y aliso mi cabello pelirrojo.

Me subo en la moto justo para escuchar a mi compañero, Juan, reírse a carcajadas limpias y bajas mientras que una voz parecida a la de Orianna habla acerca de plátanos mágicos. Pequeña hechicera pervertida. Ruedo los ojos al saber que se trata de la misma, porque no hay nadie que introduzca en una misma frase plátano y mágico. Río internamente al girarme y recibir un dulce beso en la mejilla y una dulce e infantil sonrisa de mi casi hermana.

-Hola Mol – dice con su típica voz de pito. Esa que no soporto. Esa que utiliza cada vez que me saluda para molestarme, cada vez que quiere que le preste ropa o delante de algún chico con el que trata de concertarme una cita. Ruedo los ojos antes de sujetar su nariz y moverla un poco hacia los lados. Cuando retiro los dedos sonrío, pues la tiene como Rudolf.

-Hola Oriandolf -casí río mientras hablo con voz grave y masculina. Al instante frunce el ceño disgustada. Odia que haga eso y más aún si llevo el uniforme puesto, dice que me hace ser aún menos femenina de lo que soy. Puede que tenga razón, pero no me importa aparentar algo que no soy. Me gustan estos momentos de idiotez con ellas. Con Lucía y Orianna. Con mis casi hermanas. Con mis ángeles de Charlie. Es algo que mamá nos sacó cuando fueron la primera vez a casa. Orianna tiene el cabello castaño oscuro casi negro mientras que Lucía es completamente rubia, tanto que parece hasta blanco. Yo, sin embargo, soy la pelirroja del grupo. La pelirroja y la misteriosa, tanto por mi apariencia de extranjera como por mi nombre poco español.

De hecho, mis primeros recuerdos agradables son con ellas en el colegio. El primer día no entendí nada de lo que dijeron, no sabía español, ni siquiera decir hola. Pero por suerte ellas hablaban medianamente bien el inglés a su edad, por lo que gracias a ellas fui adaptándome y aprendiendo el idioma.

-¡No hagas eso! -chilla roja como un tomate. Me muerdo el labio inferior para callar el torrente de carcajadas que se está acumulando en mi estómago. Si me río es peor, como que le sienta aún peor y terminamos pegándonos hasta que una abraza a la otra para tranquilizarla. Y contando que estoy de servicio... ella seguramente acabaría en el calabozo por escándalo. -¿Recuerdas lo que ocurre este fin de semana?

-¿La despedida de soltera de Lucía? -pregunto con una ceja enarcada. ¿A dónde quiere llegar? Entrecierro los ojos, algo quiere. No le basta con arrastrarme a una estúpida fiesta llena de penes y hombres desnudos, hacerme pagar una parte y además ahora... -¿Qué quieres?

Sonríe mostrándome sus perfectos y blancos dientes. Encoge los hombros mientras juega con su largo cabello castaño. -Mira disimuladamente detrás de mí. ¿Ves a ese chico? ¿El que habla con María? -hago lo que dice quitando el disimuladamente. Me da exactamente igual que me pillen observando, incluso cuando me convierte en una completa mirona. -¿Qué te parece? -Un cerdo, asqueroso, machito prepotente, guapo, creído... podría seguir así toda la noche. -Es la primera opción de María para el sábado. Ya sabes... y he pensado en hacerte un regalo a ti también.

Oh oh. Cruzo los brazos mientras Juan camina hacia nosotras y golpea suavemente mi hombro con el suyo. Orianna se calla de repente mientras lo observa y después a mí, con una diminuta sonrisa traviesa. Es un tema intocable delante de él, la única vez que lo hizo me consiguió un completo interrogatorio acerca del chico.

Mollie, prepárate para lo que viene...

-Es una sorpresa. Ya lo verás el sábado -y de la forma en que ha venido, se va, dejándome con el chico que secretamente piensa que está enamorado de mí.

Está a punto de amanecer cuando volvemos a la comisaría. Mi cuerpo ya no aguanta más incidentes por hoy, ni borrachos, ni peleas, ni siquiera escándalos públicos... Levanto la mano para saludar primero a Fran y Antonio, después a Carlota, la recepcionista, y por último a Rodrigo, el jefe.

-¿Qué tal la noche? -estrecha nuestra manos mientras sus ojos marrones nos escrutan. A pesar de tener cerca de los cincuenta y cinco, Rodrigo es un hombre fuerte que puede desarmarte con un pestañeo. Aunque todo el ambiente de seriedad y profesionalidad que lo rodeaba en la comisaría se perdía en las barbacoas del cuerpo. ¿Has oído lo de que la noche te transforma? Pues a él las barbacoas le transforman en el más gracioso de la fiesta.

-Cinco peleas, cuatro por borrachos y una por violencia de género. Escándalos públicos... lo normal en un domingo en Ibiza -dice Juan. Ruedo los ojos antes de asentir. Ibiza es un reclamo para cualquier fiestero, pero no es nada divertido los problemas que trae ese tipo de diversión.

-Bien. Puedes irte a rellenar el papeleo, Juan. Necesito hablar con Mollie -dice el jefe totalmente serio. Al instante trago saliva con fuerza, sé el tema que va a abordar, y es incómodo para mí. Es fastidioso que me elijan a mí con tan poca experiencia porque todo siempre puede salir mal cuando no sabes lo que haces. Y no es que me juegue las canicas como cuando era pequeña. Me juego mi vida... -¿Preparada? Ya queda poco.

-Más que ayer sí. Aún tengo que pulir un poco más el personaje -digo con un encogimiento de hombros.

-Bueno, de ser así, te daré el resto de la semana libre, pero el lunes de la semana que viene te necesito aquí, sin faltar. A las ocho. ¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza antes de que me permita retirarme. Suspiro pesadamente cuando cierro mi taquilla dispuesta a marcharme a casa. Juan me sujeta por los hombros dándome un beso en la frente. Él es de los veteranos el más reciente en salir de la academia. Veintisiete años y una fijación muy intensa por las motos y chicas como yo. Esas que con carácter y persistencia logran lo que quieren tras una dura lucha. No era algo que él me hubiera dicho, me lo ha demostrado abrazándome cada vez que se le presenta la oportunidad y coqueteando disimuladamente conmigo. Le daría una oportunidad si tan sólo supiera que tengo algo distinto que ofrecerle y no lo observara con los ojos de una hermana.

-Disfruta de estos días libres. Nos vemos el miércoles donde siempre preciosa. Irás, ¿verdad? -dice con una gentil sonrisa. Aprieta mi hombro con suavidad mientras yo trato de huir lo más rápido posible.

-Claro que sí, sabes que nunca me lo pierdo -ruedo los ojos. Siempre la misma pregunta. Suspiro cansada adivinando lo siguiente que va a decir. A continuación va el hasta entonces, cuídate preciosa tan característico de él.

-Bien, pues hasta entonces. Cuídate preciosa -premio para Mollie. Asiento lentamente con la cabeza. Eres demasiado predecible para mí J, te conozco demasiado para ser algo más que hermanos adoptivos. Me pongo de puntillas para depositar un beso en su mejilla y sonreírle tímidamente.

-Adiós rubio, ten cuidado esta semana.

Contra todo pronóstico, soy yo quien lo abraza esta vez. No sé por qué, pero esta es como nuestra despedida. No sé si volveré siendo la misma, no sé siquiera si volveré... El miércoles estaré ahí, como siempre, pero será distinto, también estarán los demás. Éste es nuestro último momento a solas los dos juntos. Rodeo sus hombros con mis brazos mientras apoyo la barbilla sobre éstos. Total y profundamente melancólica. J me agarra por la cintura tirando de mi cuerpo hacia sí. A pesar de que me saque de quicio con normalidad, él es mi protector, mi hermano adoptivo y aunque el lazo que nos une no es de sangre sé que no quiero nada con él a diferencia de papá y mamá. Tengo cosas que arreglar antes de enamorarme...

Mi plan, en un principio, es pasarme por la casa en la que me crié, es decir, la casa donde papá y mamá viven con Juan, pero cambio de opinión al sentirme demasiado cansada como para conducir dos kilómetros. Mi apartamento, a escasos veinte minutos en coche de la comisaría es justo lo que necesito ahora.

Estoy a punto de abrir la puerta cuando el teléfono resuena en el silencio del pasillo. Rápidamente cierro la puerta y corro hasta el salón para descolgar el auricular pero sólo oigo silencio, un segundo después una respiración agitada y a lo lejos, un gato maullando.

Extraño, ¿verdad? A mí no me lo parece tanto después de llevar recibiéndolas desde que llegué a Ibiza. Mis padres opinan que es mi padre biológico ya que una vez llamó para hablar conmigo pero Fernando no lo permitió alegando que era un cobarde que se había desentendido de su hija por motivos injustificables. Estuvieron gritándose durante una hora y poco más hasta que desesperado mi padre colgó. Yo estaba despierta, yo escuché todo... Ellos piensan que no sabía nada hasta que me lo contaron, ellos no saben que lo recuerdo. No saben que voy detrás del asesino de mi madre biológica.

Yo sé que es él quien llama, pero no quiero saber nada referente a su vida así que sin responder cuelgo, sin darle la oportunidad de explicarse. Si hubiera hecho las cosas de otra manera ahora yo no me sentiría así. No pensaría que soy incapaz de retener a quienes me quieren sólo por ser yo. Vivo en una constante sensación de superación, de ser la mejor. Si soy la mejor nadie va a irse. Si soy la mejor no voy a sufrir nunca más.